domingo, 19 de febrero de 2017

Desayuno en Tiffany's

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Una encantadora novela agridulce sobre la libertad, el compromiso y el precio a pagar por los sueños.

A aquellos que se levantan sabiendo con exactitud qué les deparará el día, a los que archivan las facturas y planifican las vacaciones de verano en enero, Holly debe parecerles tan incomprensible como fascinante.  En realidad, nadie escapa al encanto de la protagonista de esta breve novela de Truman Capote, porque si nada es tan cautivador como lo que no podemos conseguir, entonces Holly es el culmen de la seducción.  Holly es completamente libre; no pertenece a nadie, ni tan siquiera a sí misma, y nada le pertenece.  Es impredecible, porque carece de ataduras.  No concibe el término medio ni el compromiso y toda su vida se desarrolla en los extremos, todo o nada, porque si hay que ceder, el objetivo ya no tiene interés.

Atractiva, a pesar de no ser especialmente guapa, y elegante, aunque no se moleste en ocultar su descarada vulgaridad, Holly es la reina de la noche neoyorquina, con toda una corte de hombres maduros y acomodados pululando a su alrededor.  Una corte de individuos estrafalarios, de los que vive, que entran y salen a todas horas de un apartamento en constante estado de mudanza.

No importa cuánto le entreguen a Holly: ni el dinero de sus acompañantes, ni la carrera en Hollywood que le consiguió el que fuera su representante, ni la fidelidad platónica de Mr. Bell ni el empeño en sacarla de apuros de Fred, su vecino y narrador de la historia, lograrán retenerla, ni siquiera captará su atención durante más de unos minutos.

“No es una farsante porque es una farsante auténtica.  Se cree toda esa mierda en la que cree.  No hay modo de convencerla de lo contrario. (…) Pero le diré la verdad.  Por mucho que se rompa la cabeza tratando de ayudarla, ella sólo de devolverá un chasco tras otro.”

Pero tan cierto como que el pago por los desvelos de aquellos que la aprecian será un chasco, es que siempre se hará perdonar, porque si de algo, si de una sola cosa es incapaz Holly, es de la más mínima maldad.

Todos se sienten fascinados por Holly, pero ¡ay de aquél que se enamore de ella!  La propia Holly, consciente del daño que puede causar al hombre que cometa el error de amarla, advierte: “No se enamore nunca de ninguna criatura salvaje, Mr. Bell –le aconsejó Holly–. (…) no hay que entregarles el corazón a los seres salvajes: cuanto más se lo entregas, más fuertes se hacen.  Hasta que se sienten suficientemente fuertes como para huir al bosque.  O subirse volando a un árbol.  Y luego a otro árbol más alto.  Y luego al cielo.  Así terminará usted, Mr. Bell, si se entrega a alguna criatura salvaje.  Terminará con la mirada fija en el cielo.”  Y de la misma manera que es sabedora del efecto que puede, y suele, producir, no se hace ilusiones acerca de sus propias posibilidades de alcanzar la felicidad, porque “es mejor quedarse mirando al cielo que vivir allí arriba.  Es un sitio tremendamente vacío.  No es más que el país por donde corre el trueno y todo desaparece.”

A pesar de ello no se rinde, no renuncia a ser feliz.  Y a medida que Holly continúa en su huída hacia delante, saltando a una rama cada vez más alta, el lector se convence de que su caída es inevitable, incluso inminente.  Pero no se preocupen por Holly; ella, como ese gato sin nombre que la acompaña –porque no le puede poner nombre a lo que no le pertenece–, siempre cae de pie.

Y saldrá airosa, no lo duden, se levantará sin perder un ápice de su glamour, se sacudirá el polvo con un gesto coqueto, y seguirá adelante, pero no aprenderá de su error ni cambiará jamás.

“Yo no.  Jamás me acostumbraré a nada.  Acostumbrarse es como estar muerto.”

Truman Capote ya era una celebridad en Estados Unidos en 1958 cuando publicó Desayuno en Tiffany’s.  En ese momento la crítica no prestó demasiada atención a esta novela, tan breve que podría pasar por un cuento, tachándola de obra menor.  Después, la adaptación cinematográfica a cargo de Blake Edwards, una versión bastante libre y centrada en el aspecto más cómico de la historia, terminó por eclipsar al libro, en gran medida por la maravillosa interpretación de Audrey Hepburn.

Pero Desayuno en Tiffany’s no sólo es una historia bellamente escrita y perfectamente construida; es uno de esos textos que tocan, mejor aún, que acarician al lector: un contacto leve, casi imperceptible, cuya huella permanece para siempre.

Capote realiza un ejercicio de equilibrista: Holly podría encarnar el ideal de encanto y atractivo para muchos hombres, pero el autor compensa su brillo con una tristeza extrema; el aparente lujo de su vida social contrasta con el desorden absoluto de su personalidad; la inconsciencia de su comportamiento, con su profundo conocimiento del alma humana.


Libertad o compromiso.  Instinto o cultura.  Holly representa el conflicto entre lo que somos y lo que nos gustaría ser y es por eso, a fin de cuentas, por lo que es tan fascinante.

Fuente: http://www.librosyliteratura.es/desayuno-en-tiffanys.html

Los huesos del invierno (Winter's Bone), de Daniel Woodrell



Daniel Woodrell era, hasta hace un par de días, un autor completamente desconocido para mí. Pero si me tengo que guiar por lo que dicen de él en la edición de Alba (en su colección de novela negra) es un escritor con cierto nombre en su Estados Unidos natal. Escribe un híbrido raro entre distintos géneros que él ha bautizado con el nombre de country noir, pero yo diría que es más gótico sureño que otra cosa, en la línea de autores como Cormac McCarthy.

Los huesos del invierno es la primera novela suya que leo, y la experiencia ha sido tan buena que seguramente no sea la última. Llegué a ella a través de la adaptación cinematográfica, Winter's bone, conocida principalmente por ser la cinta que le enseñó al mundo quién era y qué podía hacer esa chiquita llamada Jennifer Lawrence. Es una película que siempre he tenido ganas de ver, pero al enterarme de que estaba basada en una novela, me obligué a esperar al libro. Aún no la he visto, pero ya puedo decir que no me arrepiento de la decisión, porque Los huesos del invierno es una muy buena novela.

Ree, pelo castaño, cutis lechoso y abruptos ojos verdes, estaba con los brazos al aire cara al viento, que le agitaba el vestido amarillo y le enrojecía las mejillas como a bofetones. Parecía más alta con las botas militares, fina de talle pero fuerte de brazos y hombros. Un cuerpo a medida para saltar sobre la necesidad. Olía la amenaza húmeda y helada de las nubes, pensaba en la cocina sombría y en la nevera desprovista, miraba la mermada reserva de leña, se estremecía.

El libro nos cuenta la durísima historia de Ree, una chica que con solo dieciséis años tiene que hacerse cargo de su casa, sus dos hermanos pequeños y su madre enferma mental; al mismo tiempo que trata de encontrar a su padre desaparecido, que tiene que presentarse en los próximos días en el juzgado para evitar que Ree y su familia se queden sin su casa, que es poco más o menos lo único que tienen. Por si no fuera suficiente, Ree tiene que hacer todo esto en un ambiente hostil y letal, rodeada de gente con sus propias leyes y un atípico código moral que no dudará en matarla si da un paso en falso.

A pesar de lo que pueda parecer por el argumento, no es una novela de intriga o policíaca en sentido estricto. Es más bien una especie de drama social en un entorno donde el crimen, las drogas y la muerte son parte de la vida cotidiana. Por tanto, la historia que cuenta Los huesos del invierno es dura, a veces mucho, y la frialdad y aspereza de sus personajes y escenarios le hiela a uno el corazón.

Sin embargo, en medio de esta crudeza brilla Ree, la protagonista. A sus dieciséis años, es una de las mejores heroínas que he leído este año (al menos, la mejor desde Scarlett). Tiene una fuerza y una determinación arrolladoras, pero también es vulnerable, como cualquier adolescente que se ve abandonada a su suerte. Ya solo por este personaje merece la pena leer la novela.

Además, Woodrell escribe como los ángeles. Si esta novela la hubiera escrito otro, quizá se me hubiera hecho demasiado dura y no me habría gustado, pero este autor es capaz de crear imágenes naturales de grandísima belleza con cuatro palabras, y su estilo tiene un toque poético que suaviza de alguna manera las crueldades que nos está narrando.


Los huesos del invierno es una novela corta y ágil, de esas que se puede leer casi de una sentada. Está maravillosamente escrita y cuenta con un personaje femenino principal que sí merece la pena leer. En estos tiempos de libros protagonizados por niñas de dieciséis años que dan vergüenza ajena, un personaje como Ree es un regalo.

Fuente: http://persiguiendodragones.blogspot.com/2015/12/los-huesos-del-invierno-winters-bone-de.html

El Señor de Las Moscas

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El Señor de las Moscas de William Golding

El Señor de las Moscas es una novela que se desarrolla durante la Segunda Guerra Mundial y que se estructura en torno a la situación límite de una treintena de muchachos ingleses solos en una isla desierta.

Los infantes llegan a la isla debido a un trágico accidente aéreo que deja solo como sobrevivientes a los niños que viajaban en el avión.

En un comienzo, la idea de vivir en la isla solos era muy emocionante para todos e imaginaban que todo sería una magnifica experiencia, pero al poco tiempo surge entre los niños todo tipo de disputas entre ellos por ser el jefe y tener la caracola.

Ralph, Percival, Piggy, Johnny, los mellizos Sam y Eric, Jack Merridew, Maurice, Bill, Robert, Harold, Henry, Simon, Roger, Phil, Willfred y el niño de la mancha en la cara son los protagonistas.

 El mayor de ellos no superaba los catorce años así que a lo largo de la novela los muchachos deben encontrar la manera de sobrevivir sin adultos. Los dos primeros personajes que se presentan en el libro son Ralph y Piggy.

Ralph era un muchacho atlético y su padre era Teniente de Navío en la Marina, mientras que Piggy era un niño asmático, gordito, con lentes para la miopía, y vivía con su tía porque era huérfano.

Cuando ambos se encontraron camino a la playa en busca de más sobrevivientes, Piggy trato de hacer amistad con Ralph, pero este se mostró indiferente y por el contrario empezó a llamar a al muchacho por su antiguo apodo que era Piggy y significaba cerdito.

Piggy se mostró indignado y pidió a Ralph guardar el secreto y no llamarlo así en frente de los otros. Una vez en la laguna cercana a la playa, Ralph encontró una caracola blanca y rosada, y Piggy le recomendó utilizarla para que los demás muchachos comenzaran a venir al oírla.

A continuación, llegaron el resto de muchachos y Jack Merridew, el director de un coro, al que acompañaban los integrantes del mismo: Maurice, Bill, Robert, Harold, Henry, Simon, Roger.

Desde ese momento su punto de encuentro, para organizar la vida en la isla, era una gran piedra a la que llamaron plataforma, el sonido de la caracola convocaba a los niños a acudir a la plataforma cada que se llamase a asamblea y solo podía hablar el que tuviese la caracola en sus manos, simulando las clases en la escuela.

En la primera asamblea, Piggy consideraba que era importante conocer el nombre de todos y empezó a recitarlos en voz alta, ese momento, Jack le dijo: ¡Hablas demasiado, cállate Fatty! Que significa gordito, pero Ralph salió a su defensa, argumentando que no se llamaba Fatty sino Piggy, y todos rieron de Piggy.

Piggy se sintió profundamente decepcionado y enojado porque su primer amigo en la isla había revelado su secreto y mostraba poca lealtad. Los muchachos deciden designar un jefe por votación, Ralph es el elegido e impone unas normas básicas de convivencia basadas en costumbres civilizadas que ya conocía y dice:

¡Somos ingleses, y los ingleses somos siempre los mejores en todo!, pero al notar la rabia de Jack ante esta decisión, decide nombrarlo jefe de los cazadores. Inmediatamente surgió la duda de si realmente estaban en una isla, así que Jack, Ralph y Simon decidieron ir a explorar, Piggy los siguió por un momento, pero luego desistió.

Jack y Ralph llegaron a entablar una buena amistad durante la excursión y descubren a un jabalí atrancado entre la maleza que logró huir cuando Jack se acercó a cazarlo con su navaja. Jack se sintió muy humillado ante esto y se propuso firmemente matar al jabalí pase lo que pase mientras habitasen en la isla.

A su regreso a la plataforma, Ralph propone hacer una hoguera en lo alto de la isla para que si pasara algún barco les pudiera rescatar.

Todos se ven muy motivados por la idea de hacer la hoguera y suben a lo alto de la isla para ayudar, sin embargo, Piggy tardo en subir a la cima debido a su estado físico y Jack lo descalifico para este tipo de trabajo, olvidando que con la ayuda de las gafas de Piggy lograron encender la hoguera. Lastimosamente, al encender la hoguera el fuego se extiende por parte de la isla, ya que los muchachos no se preocuparon de elegir un lugar idóneo para la misma.

Cuando finalmente logran escapar del fuego, Piggy se percata de que el niño de la mancha en la cara que los acompañaba había desaparecido para siempre, pero no menciona su duda al resto de la tribu hasta que los más pequeños empiezan a hablar de un monstruo y su existencia en la isla se vuelve triste y desesperante.


 Los muchachos entienden la necesidad de hacer tres grupos para vivir en la isla, el primero encargado de la construcción de cabañas, el segundo de la caza del jabalí y el tercero mantendría la hoguera encendida en caso de que pasase un barco. Jack y el coro eran los cazadores, mientras que Ralph y el resto de muchachos construirían las cabañas.

A pesar, de que todos entendían la necesidad de construir los refugios, preferían divagar por la isla en busca de comida o simplemente jugar por ahí como lo hacían los más pequeños del grupo.

Cierto día, mientras Ralph trabajaba en los refugios, la silueta de un barco se divisó a lo lejos y al descubrir esto, Ralph espero ver el humo de la hoguera que se encontraba vigilada por los cazadores, pero la hoguera se había apagado al igual que sus esperanzas de ser rescatados.

Así que, Ralph llamo la atención a todos severamente por lo sucedido con la hoguera y porque solo Simon y el trabajaban en la construcción de las cabañas.

 En este punto la amistad de Ralph y Jack empieza a desvanecerse y por el contrario inicia una gran rivalidad entre ambos líderes, que lleva a la separación de la tribu en dos grupos, uno el que componían los mellizos, Ralph, Simon y Piggy y el otro estaba integrado por Jack y sus cazadores. Jack y los suyos comienzan a volverse bárbaros, formando una tribu y pintándose la cara y el cuerpo, comportándose como auténticos salvajes.

Al parecer, la idea de estar bajo una máscara permitía a los niños perder la compostura y actuar sin medir la consecuencia de sus actos.

En asambleas posteriores, los más pequeños hablaban de un monstruo y ese temor se difunde en los más grandes, de manera que, los cazadores deciden ir en busca de la bestia y si hay alguna cazarla.

Sin embargo, una noche en el lado más oscuro de la isla, hubo una batalla en el cielo entre los aviones de los rojos y los aliados que dejo caer un hombre muerto en paracaídas, pero cuando soplaba el aire se le levantaba la cabeza y parecía que estaba vivo; cuando los cazadores investigaron en el único sitio que habían dejado sin explorar en la cima de la isla, encontraron este monstruo irreal.

Al lograr cazar un jabalí, la tribu de Jack decide dejar la cabeza del jabalí en una lanza como ofrenda al supuesto monstruo para que este los deje tranquilos.

Aquí, el nombre tan peculiar del libro cobra su significado, puesto que, al contemplar Simón el jabalí infestarse de moscas lo define como El Señor de la Moscas y llega a sentir que este le explica que él provoca el mal entre todos los niños y le amenaza que lo seguirá haciendo.

Esa misma noche cuando Simón descubrió el misterio del monstruo, que no era más que el paracaidista muerto, bajo a la tribu de Jack a comunicar su hallazgo, pero al desatarse una terrible tormenta durante la cena, Simon es asesinado por los niños que lo confunden con el monstruo.

Ralph y Piggy presenciaron el evento ya que acudieron a la reunión porque Jack había ofrecido esa cena para incluirlos en su tribu si lo aceptaban como su nuevo jefe. Sin embargo, al día siguiente Ralph se percató de la crueldad del acto cometido y entra en un profundo estado de frustración, mientras que Jack era cada vez más violento y salvaje.

 De nuevo la tribu de Jack decidió salir a cazar, pero al verse privados del fuego para asar al cerdo, decidieron atacar por sorpresa a Ralph y los suyos para robar los lentes de Piggy. En la plataforma se desencadenó una gran pelea en la que más de uno salió herido, pero a la final lograron su objetivo y Piggy quedo totalmente in discapacitado ante tan terribles circunstancias de sobre vivencia del más fuerte.

Ralph los mellizos y Piggy junto con la caracola decidieron subir a la cima de la montaña donde los salvajes tenían su campamento para recuperar las gafas de Piggy. Los muchachos subieron con las expectativas de hablar civilizadamente con Jack, pero cuando llegaron los recibieron con sus lanzas.

Jack y Ralph pelearon a muerte cuando Ralph llamo a Jack ¡ladrón!, pero la única víctima de esta pelea fue Piggy ya que Roger, un cazador que se había convertido en la mano derecha de Jack y era igual de malvado, lanzó mediante una palanca una gran piedra a Piggy la cual le produjo una muerte instantánea y la destrucción de la caracola en miles de pedazos.

Ahora sólo quedaban unidos los mellizos y Ralph porque los demás estaban con Jack, pero no por mucho tiempo, debido a que Jack y sus cazadores obligaron a los mellizos a unirse a su tribu.

Sólo quedaba Ralph, y Jack decidió empezar una cacería humana contra él como si fuera un simple animal. Ralph se escondió, pero los salvajes descubrieron su escondite y empezaron a incendiar gran parte de la isla para que este tuviera que salir de su refugio.

Ralph pasó el tiempo escondido en los arbustos oscuros pasando de unos a otros huyendo de los salvajes, hasta que cuando casi lo tenían acorralado apareció ante él la imagen de un oficial de marina que había visto la isla en llamas.


El oficial pregunto a Ralph si ¿hay adultos en la isla?, ¿cuántos niños eran?, ¿quién era el líder?, ¿si había muertos? y si ¿están jugando a las batallas? Ralph rompió en llanto por primera vez, mientras el resto de niños se acercaban lentamente con gran asombro, y el oficial prometió llevarlos con él a casa en el crucero que se acercaba a la isla.

Fuente: http://www.diarioinca.com/2013/02/resumen-el-senor-de-las-moscas-william.html

Ana Frank


(Anne Marie Frank; Frankfurt, 1929 - campo de concentración de Bergen-Belsen, Alemania, 1945) Joven de origen judío que dejó testimonio en un famoso diario de los dos años que vivió oculta con su familia para escapar al exterminio nazi. Hija de una familia germana de origen judío, se trasladó con los suyos a los Países Bajos con la llegada de Hitler al poder en 1933. Durante la Segunda Guerra Mundial, después de la invasión alemana de Holanda en 1940 y de padecer las primeras consecuencias de las leyes antisemitas, Ana y su familia consiguieron escondrijo en unas habitaciones traseras, abandonadas y aisladas, de un edificio de oficinas de Ámsterdam, donde permanecieron ocultos desde 1942 hasta 1944, cuando fueron descubiertos por la Gestapo.

Ana llevó un diario de ese período de reclusión, que su padre, único superviviente de la familia, dio a conocer acabada la guerra, después de que Ana y el resto de la familia hubieran sido detenidos y confinados en un campo de exterminio, en donde murieron. El Diario constituye un conmovedor testimonio de ese tiempo de terror y persecuciones. Albert Hackett y Frances Goodrich lo adaptaron al teatro, y George Stevens lo llevó al cine en 1959.



El Diario de Ana Frank
En el Diario, Ana Frank imagina que escribe a Kitty, una amiga hipotética, para contarle las peripecias de su vida en el escondrijo donde vivió desde el 14 de junio de 1942 al 4 de agosto de 1944, cuando la Gestapo descubrió la "dependencia secreta" en la que vivían la familia Frank (compuesta por los padres, por Ana y por su hermana mayor Margot), la familia Van Daan (la madre, el padre y su hijo Peter) y el dentista Dussel, con la vana esperanza de escapar a la captura de los nazis.

Ana cuenta la vida en aquellos pocos metros cuadrados del refugio en que la convivencia de ocho personas, arrancadas de la vida normal, planteaba tantos y tan delicados problemas, y narra el desarrollo de la existencia cotidiana con tal sencillez, fuerza y verdad, que ello constituye el primer encanto de estas páginas. Alejada de sus coetáneos y de los intereses que sonreían a su exuberante juventud, pero también, aunque a la fuerza, de la barbarie del momento, la autora-protagonista mira y juzga las cosas con un candor que subyuga.

En las páginas del Diario, a menudo alegres y divertidas, asistimos al desarrollo intelectual y físico de una muchacha, a la variedad de sus problemas, de sus estudios y diversiones a pesar de su reclusión, a sus relaciones y a sus juicios sobre sus familiares y compañeros de aislamiento y sobre los hombres en general. Los acontecimientos y fases alternas de la guerra y de la política mundial, tal como lograban llegar a aquel refugio aislado, adquieren un aspecto nuevo y diferente, con perspectivas insospechadas. Y la vida de una reducida colectividad, obligada a compartir la buhardilla en condiciones tan dramáticas, se ilumina con episodios singulares, en los que los hechos triviales de la vida diaria adquieren una importancia particular, y donde una niña con mirada clara y terriblemente objetiva se juzga a sí misma y a los adultos, analizándolo todo con gran libertad.

Ana Frank habla de sus aspiraciones a corazón abierto, y también de los peligros, pero con gran conocimiento y sin perder la esperanza. Dos personajes del exterior (el señor Kraler, amigo de Otto Frank, y Miep, secretaria de Frank y luego de Kraler) son como seres que pertenecen a otro planeta y que, como promotores del ocultamiento de los Frank y favorecedores de los mismos, parecen redimir al resto de la humanidad de sus culpas de complicidad y de miedo.

El idilio que se inicia entre Ana y Peter tiene la gracia de una flor espontánea en sus diversas fases y manifestaciones; la descripción de la pubertad tiene una delicada naturaleza que difícilmente se encuentra en otra parte; el afecto por un gato parece el símbolo de los vínculos deseados pero imposibles con el mundo externo; las relaciones con los padres (y en particular, con la madre) se observan con gran madurez. No hay nada que la induzca a prorrumpir en invectivas y a juzgar con acritud aquella vida tan injusta y contraria a la naturaleza. "A pesar de todo, continúo creyendo en la bondad íntima del hombre", afirma Ana en el Diario; estas palabras constituyen la moral de este libro que, nacido como de una necesidad personal, tiene la honestidad genuina e inmediata de un desahogo espontáneo nunca dirigido a la publicación.

Las alusiones a los problemas judíos (que podrían parecer frecuentes en una persona que vivía en aquellas condiciones especiales pura y simplemente por la "culpa" de pertenecer al pueblo judío) son muy raras, aunque inspiradas en una extrema dignidad y firmeza: Ana pertenecía a una de aquellas familias asimiladas que no habían tenido una profunda cultura hebrea y que sólo muy tarde se dieron cuenta de todo ello. El libro, además de sus valores humanos y documentales, revela en la joven autora cualidades literarias nada comunes: el mismo hecho de fingir una destinataria para sus confidencias es ya un índice de madurez artística.


Traducido a todas las lenguas y llevado también al teatro y al cine, el Diario de Ana Frank se ha convertido en el paradigma testimonial, más impresionante incluso que otros documentos detallados, de la opresión sufrida en muchos países bajo el nazismo y de las condiciones en que millones de personas se vieron obligadas a vivir con la esperanza de escapar al exterminio.

Fuente: http://www.biografiasyvidas.com/biografia/f/frank.htm